domingo, 6 de noviembre de 2011

Una noche, después de uno de los tantas intentos de volver a hablar con mi enamorado, la soledad, la inestabilidad y el profundo vacío que sentía, estimulados por las canciones más depres que encontré en el reproductor, me tomé 40 laxantes, para morirme de una vez. Ya era demasiada tortura, no nací para ser flaca, pero ser flaca era la única manera de vivir, o mejor dicho, había una manera "sana" de vivir, pero él, mi enamorado, no la quería aceptar, no me quería mas en su vida. La presión de mis expectativas, la fuerte conciencia de mis defectos, un enamorado no enamorado mio y una inseguridad profunda fueron el agua con la que pasé los laxantes.
En la madrugada, mis intestinos rugieron y no me dejaron pararme, me arrastré al baño, no hice nada porque tenía días sin comer, me levanté, abrí la heladera para buscar algo de comer y me desmayé, perdí la conciencia, nadie lo supo.
Estuve helada un buen rato, cuando por arte de magia tome conciencia de lo que me había pasado con las pocas ganas que quedaban en mi subí esa escalera, que para ese entonces era el desafío más grande que hubo y logre acostarme en esa cama que hacia mucho era un lugar donde deseaba la dicha muerte todo los días. 

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